Existe anomia social y la podemos visualizar a diario cada vez con mayor frecuencia pasarse un semáforo en rojo, cuando se vota basura en la calle, se degrada la naturaleza, se venden las cosas con fechas caducadas más grave aún es cuando las instituciones privadas y estatales evidencian comportamientos diferentes para los cuales fueron creadas, cuando el banco roba, los centros de estudios pierden los valores y principios por pertenecer a sectores privados o populares, las instituciones policiales son corruptas, los jueces y fiscales están comprados; o las licitaciones públicas están todas arregladas, cuando los negocios y empresas comercializan con la desgracia de las personas ante un desastre o de salud.
Probablemente para muchos sea común estos comportamientos ya que, en su construcción social desde la niñez, juventud o factores culturales, este tipo de acciones ha sido aprobado por su entorno cercano y se normaliza y esto se va agudizando. Es a esto que se le llama anomia social y se presenta en cambios sociales bruscos radicales, donde las normas establecidas ya no sirven, es la respuesta a la desesperanza política, social, económica, a la corrupción y al nepotismo y a las injusticias.
Las causas evidentes que nos encaminan a esta situación, erradican en el debilitamiento del Estado en su imposibilidad para garantizar a los ciudadanos la coexistencia en una sociedad organizada, construida en el orden jurídico, la justicia y la paz social, esto causa incertidumbre en la población, desesperanza debilitando significativamente la salud mental de las personas.
La visión inmediata de la política y los políticos actualmente es cortoplacista y no ataca los problemas estructurales que enfrenta la población, donde es mucho más fácil entregar beneficios y subsidios que elaborar una estrategia para el cambio social profundo. Así, a corto plazo, quienes reciben subsidios y beneficios se satisfacen y, esto es suficiente para reelegir una y otra vez las mismas autoridades.
Este tipo de política cortoplacista solo es capaz de tratar ciertas patologías sociales que se limita a definir los recursos y procesos de ciertos programas, pues al final solo los medirán por la ejecución presupuestaria, sin una visión que produzca un cambio social, sin soluciones integrales y de largo plazo lo que incrementa la anomia social.
Esta compleja situación debe llamarnos a la reflexión, actualizar normar en un mundo que va cambiando. Reestructurar una sociedad no es tarea fácil, pero es necesario, comenzar un proceso de cambio desde la educación, lo cultural y lo institucional, lo que contribuiría significativamente a la construcción de una sociedad más justa, actualizada, segura y armónica para todos y todas.